En Cali
nos enorgullecemos de nuestra diversidad cultural, riqueza natural y potencial
económico, pero también debemos enfrentar una realidad ineludible: somos parte
del problema global del cambio climático. Las ciudades, que representan más del
70% de las emisiones globales de carbono y consumen el 75% de la energía
mundial, son el epicentro del problema y el escenario donde debemos actuar con
mayor urgencia.
Nuestro
panorama es preocupante. Con una población cercana a los 2.3 millones de
habitantes y una tasa de urbanización que sigue en aumento, nuestra creciente huella
ambiental no solo está afectando al ambiente, sino también agravando las
desigualdades sociales. Las altas temperaturas, los eventos climáticos extremos
y la calidad del aire que respiramos tienen impactos desproporcionados en las
comunidades más vulnerables, que en su mayoría viven en condiciones de
informalidad y con acceso limitado a servicios públicos básicos.
En
términos legislativos, Colombia cuenta con una Ley de Transición Energética
(Ley 2099 de 2021) que promueve el uso de energías renovables y la
descarbonización, pero su implementación en Cali ha sido lenta y desarticulada.
A pesar de iniciativas como el sistema integrado de transporte (MIO) y el
“Pacto por la Calidad del Aire,” la transición hacia energías renovables y
vehículos eléctricos en nuestra ciudad es por decir lo menos, limitada. En
2024, solo el 1.8% de nuestros hogares usaban energía solar, y menos del 0.5%
del parque automotor era eléctrico. Estos avances son marginales, cuando
deberían ser una prioridad.
El
manejo de nuestros residuos es otro reto crítico. Cali genera cerca de 1,900
toneladas diarias de residuos sólidos, gran parte de los cuales podrían ser
valorizados mediante tecnologías de generación de energía (waste-to-energy).
Este enfoque transforma residuos orgánicos y materiales no reciclables en
energía eléctrica y térmica, reduciendo considerablemente nuestras emisiones de
gases de efecto invernadero. Experiencias en Medellín y Bogotá demuestran que
estas tecnologías son viables y rentables. Además, su implementación en Cali
impulsaría una economía circular y generaría empleo local, contribuyendo a una
transición sostenible.
En
2023, el mercado voluntario de créditos de carbono creció un 87% a nivel
global, alcanzando los 2,000 millones de dólares. Cali tiene un potencial
significativo en este ámbito. Proyectos como la reforestación urbana, la
renovación de la flota del MIO por buses eléctricos o la valorización de
residuos para producir energía podrían generar créditos para empresas que
buscan neutralizar su huella de carbono. Esto no solo atraería inversión y
generaría ingresos económicos para la ciudad, sino que también posicionaría a Cali
como líder en sostenibilidad.
El
futuro de nuestra ciudad depende de las decisiones que tomemos hoy. Cada día de
inacción agrava los desafíos y limita las oportunidades. La lucha contra el
cambio climático en Cali no puede depender únicamente de las autoridades
locales o nacionales. Los ciudadanos debemos exigir políticas públicas más
ambiciosas y responsables, pero también asumir un rol más proactivo. Invertir
en sostenibilidad no solo es una necesidad ambiental, sino una estrategia para
garantizar un futuro próspero y equitativo.
Cali,
¡es hora de descarbonizar para prosperar!